Última cita gastronómica del año en casa de la señora Presidenta. Esta vez nos esperaba una muy agradable sorpresa: un original y delicioso menú integrado por cinco platillos conventuales. Huelga decir que el grupo de conviteros fue recibido dentro de una atmósfera de virtuoso encierro: cánticos de música gregoriana ejecutados por el muy famoso coro de monjes benedictinos de Santo Domingo de Silos, un aroma de perfumados nardos flotando en el aire y parado en el vestíbulo esperaba un amable religioso, el Padre González, quien abrió para nosotros la puerta del "convento", enfundado en blanca e inmaculada sotana. Fue quien nos condujo hasta el refectorio donde nos aguardaban las celestiales viandas preparadas con meticuloso afán por la abadesa presidenta. Sopa de nabo, chiles rellenos de chícharos y acelgas, hongos en aceite, guisado de doradas codornices, robalo en nogada, como los platos principales. Después vendrían los azucarados postres, y haciendo caso omiso del pecado de la gula, todos degustamos la rosca de natas, leche de arroz, suculentos higos y papaya cristalizada. Para beber se nos dio agua de piña, rompope, chocolate y café. Ya de contrabando, el astuto padrecito logró meter al convento, mezcalito de Oaxaca, tequila, cerveza regional y un bourboncito destilado por él en alguna celda del claustro conventual. Felicitamos a la madre superiora Mary Sol y al padre Ferdy por este inesperado y espléndido banquete servido, me olvidaba, en vajilla blanco azul poblana.