Jan Mandyn, Harlem; Flandes. Festín Burlesco. Óleo sobre madera de roble. Museo de Bilbao. C 1550
Quienes integramos El Convite, Club Gourmet, grupo gastronómico fundado en diciembre de 2003, les damos la más cordial bienvenida a nuestra página, en la que registramos nuestras actividades gastronómicas, orientadas siempre al disfrute de la buena comida, la recreación de algunas tradiciones culinarias y la convivencia de sus asociados

4 de julio de 2011

La Chonta de Cochi


Algo pasa en El Convite que todos sus asociados estamos ateridos, no de frío, sino de modorra. ¿Será que los siete años y medio de actividad ya nos cansaron? Y lo digo porque la mitad del año ya es historia y apenas tres eventos se han llevado a cabo. No creo que los conviteros estemos cansados, porque cuando se llama a la mesa a comer, lo que se sirve siempre es un banquete, algo que toma mucho tiempo imaginar, organizar y preparar para luego ofrecer a sus invitados. Una muestra de lo anterior la tuvimos ayer domingo, cuando fuimos cordialmente recibidos por los Lozano Ibarra en su residencia de Las Quintas, en un convite que tuvo la primera intención de llevarse a cabo a cielo abierto pero que, al irse retrasando, obligó a los organizadores a hacerlo bajo la protección del aire acondicionado. Fue una comida muy agradable, ayudada por el clima que la noche anterior había hecho bajar la columna del mercurio en varios grados centígrados, y en la que nos sorprendieron con un collage de comida mexicana, ecléctica, muy sabrosa y variada. Se empezó con la botana compuesta por almendras salteadas en aceite de oliva, unas tunas frescas de Zacatecas -¿Cargaron con ellas desde allá?- y guamúchil sinaloense. Todo muy apropiado y en estricta concordancia con el tórrido verano. Como aperitivos se sirvieron un fermentado de cebada y maíz de la costa del Pacífico mexicano, destilado de agave de Durango y Tejuino de maíz jazmín, muy sabroso y refrescante. Luego y antes de pasar a la mesa, el anfitrión procedió a realizar una demostración del uso culinario de la semilla del huancaxtle que primero se tatema y luego se debe succionar como apiradora Koblenz para sacarle un saborcito entre dulzón y agarroso.

Y así llegamos a la chonta de cochí, el platillo principal, un vocablo sinaloíta que pocos comprendieron o que al leerlo impreso en el menú, preguntaron: ¿Y eso con que se come? Bueno, es la cabeza del cerdo que se puede comer en dos modalidades, húmeda o seca. Yo preferí la segunda porque ya estaba medio lleno y cargar los intestinos con más agua estaba para pensarse. Muy rica la verdad sea dicha, y acompañada de un arroz con huevo de Guinea y unos tacos placeros de nopal y chicharrón que estaban también de rechupete nos dejaron a todos como bobitos que recién terminaron de picotear a dos o tres cristianos. La sobremesa llegó con varios postres elaborados diligentemente por la anfitriona: dulce de leche, calabaza zahualca en dulce y un café italiano o turco a elegir. Algunos se fueron por este último para que luego Paty les leyera su futuro en los asientos de la taza. A todos los que la buscaron para que disipara las tinieblas que velan su devenir, la casera les leyó el café en el mejor estilo de Juanga. Esto es, les pronosticó puras cosas positivas, salud, dinero y amor. Y así todos contentos nos despedimos de los amables anfitriones a los que agradecemos tan espléndida velada.