Jan Mandyn, Harlem; Flandes. Festín Burlesco. Óleo sobre madera de roble. Museo de Bilbao. C 1550
Quienes integramos El Convite, Club Gourmet, grupo gastronómico fundado en diciembre de 2003, les damos la más cordial bienvenida a nuestra página, en la que registramos nuestras actividades gastronómicas, orientadas siempre al disfrute de la buena comida, la recreación de algunas tradiciones culinarias y la convivencia de sus asociados

5 de diciembre de 2011

En la Unión Europea...

Diciembre es un mes difícil para agendar un Convite. Los compromisos sociales pululan y la posibilidad de reunir a un grupo como éste en una comida o cena no es buena, y mucho menos cuando el Presidente le pide a un asociado que lo haga con sólo tres o cuatro días de anticipación. Pues bien, este fue el caso. Mariza y Ferdy Gonespi aceptaron el reto y lo superaron con creces. Pan comido para los chef del restaurante GonPen, que ahora se despojaron de la coleta y la túnica de mandarín, y se pusieron el gorro de cocinero de una sucursal del Léon de Bruselas. Y es que para sorpresa de todos, el atractivo menú que nos ofrecieron incluía dos especialidades de la comida belga: una entrada y un plato fuerte preparados con los ingredientes correctos y una técnica muy depurada. Y aquí comento algo que nunca he mencionado en estas reseñas. El Convite, además de ofrecer a cada asociado la oportunidad de preparar y degustar exquisita cocina de todos los rumbos, de compartir una velada siempre agradable en compañía de queridos amigos, también es una escuela de gastronomía en la que sus socios preguntan y despejan dudas, se recomiendan nuevos ingredientes y los lugares donde comprarlos o bien intercambian conocimentos técnicos entre ellos. Por ejemplo, esta vez todos aprendimos la teoría para preparar unas papas a la francesa que primero se cuecen, luego se refrigeran y finalmente se fríen. Nada mal para un cronista que no cocina nada pero que promete ponerla en práctica.

Pero vayamos al menú del día. Empezamos con una entrada de espárragos a la flamenca aderezados con una cubierta de huevos cocidos finamente picados en salsa de perejil, cebollín y mantequilla. Muy buenos, la verdad, aunque no recuerdo cuántos comí. Después se sirvieron unos mejillones belgas al vino blanco acompañados de papas fritas. Los moluscos importados de Nueva Zelanda nos sorprendieron con su delicado aroma y exquisito sabor, así que pronto los comensales empezaron a ver como crecía a su lado la pila de conchas de los que se iban comiendo. Como siempre, Fernando, como el bartender consumado que es, nos servía en elegantes recipientes, cervezas elaboradas en Bélgica, la rubia Duvel o la obscura Carolus. El postre fue una rosca de nata con durazno y helado de vainilla, trufa de chocolate y para terminar los acostumbrados digestivos de la casa. Aquí fue cuando todos vimos, al centro de la mesa, la temida botella de Ajenjo checoslovaco, esa misma que ha noqueado a más de un convitero, y que yo preferí solo verla, darle la vuelta e irme por licorcitos más suaves. Como en otras ocasiones, la sobremesa se prolongó hasta las diez de la noche con temas de conversación tan interesantes como el de las nacionalidades, la mejor técnica para hacer una carne asada, algunos achaques crónicos y el GPS, un tema del que nos habló sabiamente el Doctor Lozano y que debo aclarar que aquí las siglas no están por Global Position System, sino por que Grandes Pelotas tienen los Simios. Para terminar esta crónica, quiero felicitar en nombre de todo el grupo a nuestros excelentes anfitriones y darles las gracias por ese convite tan exquisito.