Jan Mandyn, Harlem; Flandes. Festín Burlesco. Óleo sobre madera de roble. Museo de Bilbao. C 1550
Quienes integramos El Convite, Club Gourmet, grupo gastronómico fundado en diciembre de 2003, les damos la más cordial bienvenida a nuestra página, en la que registramos nuestras actividades gastronómicas, orientadas siempre al disfrute de la buena comida, la recreación de algunas tradiciones culinarias y la convivencia de sus asociados

14 de marzo de 2011

El Titanic redivivo


Como acabamos de pasar por los festejos del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana, y para no quedarmos atrás, pensé que este grupo podía recordar otro centenario: el 15 de abril de 1912, fecha del hundimiento del transatlántico inglés, Royal Mail Steamship Titanic. Cierto día, deambulando por los pasillos de un supermercado Ley, me topé con un curioso libro de cocina que rescataba las recetas que utilizaban los diestros cocineros en los salones restaurante del Titanic. Al percatarme que casi se cumplían 100 años del hundimiento de este transatlántico, le propuse a Cecilia preparar una comida dominguera que llevara al paladar de nuestros invitados, algunos de los manjares que seguramente saborearon sus desafortunados pasajeros. Ahora bien, debo aclarar que al leer ese libro pronto nos dimos cuenta que la mayoría de las recetas incluidas eran muy del gusto inglés, ya fuera por los ingredientes, las carnes preferidas o la repostería, sin importar que el pasaje que subía al barco bien podía conformar otra torre de Babel. Como hasta la fecha, la cocina inglesa no estaba presente en nuestros convites, decidimos incursionar en ella.


Como bien saben todos los amigos conviteros, una comida empieza una semana antes o quizás hasta más. Se deben recorrer todos los supermercados, hasta dos o tres veces, en "busca del ingrediente perdido" o coordinar los tiempos que transcurren entre la compra de la materia prima y el momento en que se lleva a la mesa, para tratar siempre de reducir esa brecha y así servirlo con la mayor frescura. Y ahí estaba yo, a las seis de la mañana del domingo, cachando los ostiones que todavía palpitaban porque los acababan de sacar de la Bahía de Altata. Así que, ya puestos de acuerdo, el menú que se sirvió fue el siguiente: para empezar, unas ostras con escalonia y pimienta, que hoy en día pueden parecernos una entrada muy común, pero en 1912 era uno de los platillos más refinados y exquisitos que podían servirse. Luego como primo piatto unos fettuccine all´uovo gratinados, bien al dente, por supuesto, seguidos por el bocado principal, que eran unas ricas chuletas de cordero servidas sobre un espejo de salsa de menta y acompañadas de un rico puré de habas verdes. Aquí abro un paréntesis para comentar a ustedes la singular presentación que escogió la chef para este plato: dispuso el costillar de cordero en doble fila, una frente a la otra, con cada costilla coronada con un gorro de cocinero que le fue confeccionado ex profeso por su costurera favorita. Esta presentación conocida como Guardia Real, resultaba muy ad hoc para servirla en las mesas de un barco como el Titanic. Claro que ese costillar tuvo sus bemoles: la guillotina de la Revolución Francesa me habría servido mejor para cortar las porciones que debían servirse. Era un hueso duro de roer. Anoto que este plato de cordero a la menta se acompañó con un excelente vino Bordeaux de las cavas de Les Hautes de Smith, gentil obsequio de Madame Francine, suegra de nuestro amigo Obey, quien lo trajo desde Francia especialmente para ser paladeado en un Convite.

Por último llegó el postre: un delicioso pudding Waldorff, muy bien elaborado por "La Buena Mesa", acompañado por un café producido en Zongolica y Yanga, Veracruz; que en todo este convite anglosajón fue el único intruso. Ese fue el menú, pero todavía me falta mencionar que la mesa se organizó para que cada comensal se ubicara en ella de acuerdo con la clase y la cabina a la que tenían derecho. Así, todas las damas estaban juntas en el misma sección de ese "barco imaginario", con puestos en Primera Elite, por supuesto. Los hombres "viajábamos" sentados en sillones de segunda clase y fuimos admitidos en el comedor de First Class, gracias a la amable generosidad de nuestras compañeras, quienes a veces parecían arrepentidas de haberlo hecho, sobre todo cuando los caballeros sacaban sus Balckberry en medio de la comida o la sobremesa, sea para contestar un correo o comentar en una foto digital, las inquietantes curvas de una bien provista brasileña, Beia Flor, reina de todas las escuelas de samba cariocas.

Y ya termino aquí, amable y paciente lector, esta que fue una larga crónica como largos han sido los casi cien años transcurridos entre la desaparición de este legendario transatlántico de la White Star Line y nuestros días. Cecilia y yo esperamos que hayan disfrutado todos de una agradable travesía culinaria y que éste haya sido un convite para recordarse.