Jan Mandyn, Harlem; Flandes. Festín Burlesco. Óleo sobre madera de roble. Museo de Bilbao. C 1550
Quienes integramos El Convite, Club Gourmet, grupo gastronómico fundado en diciembre de 2003, les damos la más cordial bienvenida a nuestra página, en la que registramos nuestras actividades gastronómicas, orientadas siempre al disfrute de la buena comida, la recreación de algunas tradiciones culinarias y la convivencia de sus asociados

24 de enero de 2011

Less is more


Les reseño ahora la que debía ser, según los anfitriones, una comida de fin de año. Un evento que sirviera para cerrar el ciclo 2010 y organizar los siguientes convites, pero que terminó llevándose a cabo hasta enero de este año. Por demás está decir que todo el menú fue una sucesión de delicias, una detrás de otra. Primero se empezó con una sopa de cebolla, muy francesa, aunque reinterpretada, que creo fue tomada del menú de un afamado restaurante parisino -y conste que no digo el nombre por aquello del copyright- seguido luego de una ensalada verde y un rosbif con puré de papa y camote; que estuvo de rechupete y muy cronometrado en su tiempo de cocción.

Luego de que todos repitieron la dosis de tan rico platillo, se ofrecieron dos postres de gran tradición: la crème brulée y la tarta de limón. Con respecto a este último les puedo decir simplemente que estaba exquisita, la mejor que yo he comido en mucho tiempo. Y no les debe extrañar que se los diga, porque en esta ocasión fueron Laura y Sergio, esos dos consumados cocineros que cada vez ponen la vara más alta, los que ofrecieron tan rico banquete. Y para que vean que no exagero ni un ápice, les cuento lo siguiente: desde hace algunos meses, a estos dos chefs de la colonia Chapultepec, les ha dado por presentar en sus convites esculturas comestibles. Cuando no es un mousse de salmón ahumado con forma de pescado, son algunas jicamillas y pepinos tallados con formas estrelladas y destreza tailandesa, o bien es una manzana y una pera hecha con queso crema y frutos secos, generosamente bañadas en mermelada de limón y tan perfectamente esculpidas que parecían que se hicieron en molde. Una comida de tres tiempos, pero muy bien presentada y mejor ejecutada.

Desde luego, la ocasión se prestó para que el casero demostrara su pericia y habilidad a la hora de servir esspresos y capuchinos con hábitos y cordón completos, muy buenos para combinarse con la tarta de limón. La tarde transcurrió con la plática de sobremesa y los remordimientos de conciencia de algunos conviteros por haberse zampado dos postres y seguir posponiendo indefinidamente la planeada dieta. Como siempre, todos quedamos muy agradecidos con los anfitriones por su hospitalidad, gran cocina y amena convivencia.