Jan Mandyn, Harlem; Flandes. Festín Burlesco. Óleo sobre madera de roble. Museo de Bilbao. C 1550
Quienes integramos El Convite, Club Gourmet, grupo gastronómico fundado en diciembre de 2003, les damos la más cordial bienvenida a nuestra página, en la que registramos nuestras actividades gastronómicas, orientadas siempre al disfrute de la buena comida, la recreación de algunas tradiciones culinarias y la convivencia de sus asociados

2 de noviembre de 2018

Calaverita Convitera


Cansada y rezongando estaba la parca. Enfadada, muy harta de tanto esperar. Por eso es que a ella misma se preguntaba: ¿Por qué demonios dejaron de cocinar? Hace mucho que no saboreo ninguno de sus platillos, ya tienen un año que no me vienen a convidar. Tendré que averiguar qué está pasando con ellos, y si veo que no guisan por pura flojera, a todos me los voy a llevar. Y así, muy molesta, la Muerte aterrizó en Culiacán. Pronto empezó a buscar a los conviteros afuera de Catedral, en las mesas de la Maroma y los cafés de la colonia Chapultepec; pero, a pesar de su esfuerzo y determinación, a ninguno de ellos halló. 

Así pues, caminaba nerviosa y con la guadaña bien afilada, cuando vio salir del Colegio de Sinaloa a la Ceci Guerrero y pensó: ¡Ah, miren, aquí anda este periquito australiano! Ahorita lo agarro bien fuerte y lo hago cantar. ¡A ver, dime tú, le dijo, y no metas boruca, porque te espanto! Tú hace más de seis meses que a todos nos prometiste hacer una rica comida cubana y luego te hiciste la occisa. ¡Ahora te guardo en este ataúd y te llevo pal camposanto! 

Luego supo que Fernando González estaba estudiando Derecho y en un Uber se fue veloz a buscarlo en los pasillos y los salones de la Facultad. Cuando lo vio, le dijo quedito al oído: tu sólo el pato Pekín me has preparado. Ya no cocinas, sólo juegas con tus amigos al dominó. Por eso, y por comer fritos y chetos, ahora te mando directo al panteón.

Luego se fue al mercado Garmendia, a preguntar por Óscar Lozano y la Paty Ibarra. Vinieron a vender unos quesos, le dijeron, pero se fueron en moto a Cerritos. A esos dos les traigo ganas, murmuraba la Flaca, porque ya no cocinan, ¡ahora meditan!. Ya no usan la estufa, tampoco preparan pozole seco, sólo suben y bajan como locos el Tepozteco. Por esto, la huesuda los pepenó del sombrero y con un sólo golpe, en una tumba, juntitos los acostó.

¿Quiénes me faltan, a que otros debo enterrar?, se decía, irritada la Parca. Bueno, están Sergio y Laura, que siempre son muy aplicados cuando cocinan, pero ya tienen rato que no agarran una cazuela porque se llevan malitos. Pasan horas, días completos en Salud Digna y la Clínica Cemsi; y cuando no tienen gripe, les da picazón. Al infierno los mando, a ver si así agarran razón.

Sólo quedaba Mariza, pero al ver este desastre, corriendo se fue a tomar un camión. Temblando llegó a la Central de autobuses, se subió a un Unidos de Sinaloa y volando se fue a Mazatlán. La Huesuda la miraba y sonriendo se decía: Miren, ¡ésta cree que a mí me va a engañar! Y así, en la caseta de cobro de Mármol, ahí bajó a esta pata salada y bien encobijada la sepultó.

Vuela, vuela palomita, párate en aquel guamuchil, ve y diles a todos los conviteros que nada más a Carlitos, por componer estos rítmicos versos, la Muerte lo perdonó. Es más, la Huesuda estaba con él tan contenta, que hasta un rico mole poblano con arroz blanco le preparó.

Cuando el versista, ya satisfecho, terminó de comer, la Parca le preguntó: ¿Que más se te ofrece, mijito? ¿Un picadientes? ¿Un vasito con agua? Tú nomás pide y verás que tus deseos... ¡son ordenes para mí!